A continuación voy a reflejar el Himno a Afrodita obra de la poetisa griega Safo; de esta forma podrán comprobar las diferencias que sus traducción al castellano presentan; se reseña el autor y el libro en el que aparece la traducción. En sucesivos post iremos haciendo lo mismo con otras de sus obras, las que consideramos más importantes por su calidad y extensión. Al igual que hice al ponerlas en mi bitácora cuando estaba en Windows Live, les invito, para que a través de los comentarios, opinen sobre la que les parece más adecuada o la que a su juicio trasmite mejor el sentir de Safo, o simplemente las que más les gusta o es su preferida; comentario que les agradezco de antemano.
(Virginia Seguí)
Poesía de Safo. Versiones
HIMNO A AFRODITA
Versión de José y Bernabé Cangas y Argüelles
(Joseph y Bernabé Canga Argüelles en su libro Obras de Sapho, Erinna, Alcman, Stesicoro, Alceo, Simonides, Bachilides, Archiloco, Alpheo, Pratino, Menalipides. Madrid, Sancha. 1797)
Sagrada Venus, cuyo santo numen
En varios pueblos, tiene inciensos y oros.
Hija de Jove, y de amorosas tramas
Dulce maestra.
Ruegote yo, que no me des tormento
Con duros males, con mortal tristeza:
Tu, que atendiste alguna vez la ardiente
Súplica mía
Y abandonando la dorada casa
De tu padre, donde el alto asiento
A mis amores descender soliste
Blanda y afable.
Sentada ¡Ay me! Sobre un brillante carro,
Del que tiraban delicadas aves
Que hendian el ayre con las negras alas
Rápidamente
Y tú bañada de una afable risa
Me preguntabas por mi mal piadosa,
Y porque tanto fervorosamente
Yo te llamaba
Porque tan triste en mi dolor gemía;
Á quién tentaba enamorar, y quienes
Mal me trataban. “¿Dime quien te agravia
“mísera Sapho?.
Versión José S. Lasso de la Vega
(Lasso de la Vega, José S. De Safo a Platón. Ed. Planeta. Barcelona. 1976)
(Traducción Literal)
Variegada de trono, inmortal Afrodita,
Hija de Zeus, tranzadora de engaños, suplícote,
Con angustias ni tristezas no me venzas. Señora el ánimo;
Pero ven aquí, si también algún día
Mi voz oyendo a lo lejos
Escuchaste y del padre habiendo dejado la casa de oro viniste,
Luego de uncir el carro. Y bellos te llevaban
Raudos gorriones sobre la tierra negra,
Espesas girando las alas desde el cielo, del éter por en medio.
Y al punto llegaron, y tú, oh beata,
Sonriendo con inmortal semblante/
Inquiriste que ora vez sufro y que otra vez clamo
U qué me quiero más que nada suceda
En mi loco ánimo: <<¿A quién esta vez debo
Obedecerte en llevar a tu amor? ¿Quién, oh Safo, injusticia te hace?.
Porque si huye, presto perseguirá
Y si dádivas no acepta, sin embargo dadivará,
Y si no ama, presto amará, aunque no quiera ella>>.
Vn a mi también ahora, y suéltame de dificultosas
Cuitas y cuanto cumplir mi
Ánimo desea, cúmpleme, y tu misma se en la guerra mi aliada.
(García Gual, Carlos. De su libro: Antología de la poesía lírica griega. Siglo VII-IV a.C. Alianza Editorial. Madrid. 1980)
Inmortal Afrodita la del trono pintado
la hija de Zeuz, tejedora de engaños, te lo ruego:
no a mí, no me sometas a penas ni angustias
el ánimo, diosa.
Pero acude acá, si alguna vez en otro tiempo,
al escuchar de lejos de mi voz la llamada,
la has atendido y, dejando la áurea morada
paterna, viniste,
Tras aprestar tu carro. Te conducían lindos
tus veloces gorriones sobre la tierra oscura.
Batiendo en raudo ritmo sus alas desde el cielo
cruzaron el éter,
y al instante llegaron. Y tú, oh feliz diosa,
mostrando tu sonrisa en el rostros inmortal,
me preguntabas qué de nuevo sufría y a qué
de nuevo te invocaba,
y qué con tanto empeño conseguir deseaba
en mi alocado corazón. <¿A quién, esta vez
voy a atraer, oh querida, a tu amor? ¿Quién ahora,
ay Safo, te agravia?
Pues si ahora te huye, pronto va a perseguirte;
si regalos no aceptaba, ahora va a darlos,
y si no te quería, en seguida va a amarte,
aunque ella resista.>
Acúdeme también ahora, y líbrame ya
de mis terribles congojas, cúmpleme que logre
cuanto mi ánimo ansía, y sé en esta guerra
tu misma mi alidada.
Versión de Bernabé Alerto y Helena Rodríguez Somolinos
(Alerto, Bernabé y Rodríguez Somolino, Helena. Poetisas griegas. Madrid. Ed. Clásicas. 1994)
Diosa de artístico trono, inmortal Afrodita
hija de Zeus que trenzas engaños, te suplico,
no domeñes con angustias y tormentos,
señora, mi ánimo
por el contrario ven aquí, si alguna otra vez
al escuchar mi voz a lo lejos
me atendiste y viniste dejando la casa
de tu padre
tras uncir dorado carro; hermosos gorriones
te llevaban veloces en torno a la negra tierra
agitando sus tupidas alas desde el cielo
A través del éter.
al punto llegaste y tu, bienaventurada,
con una sonrisa de tu rostro inmortal
me preguntaste qué me hacía entonces padecer, por qué
de nuevo te llamaba
y qué deseaba más que sucediera
mi corazón en su delirio: <¿a quién he de persuadir
esta vez a aceptar tu amor?; ¿quién, Safo,
te agravia?.
Pues si se muestra esquiva, pronto perseguirá,
si no acepta regalos, aún los ofrecerá
y si no siente amor, pronto lo sentirá,
aun si no quiere
Ven también ahora a mí y líbrame de terribles
inquietudes; cuanto desea que se cumpla
mi ánimo cúmplemelo, y sé tu misma
mi aliada.
Versión de Aurora Luque
(Luque, Aurora. Safo. Ed. El acantilado. Madrid. 2004)
Inmortal Afrodita de polícromo trono,
hija de Zeus que enredas con astucias, te imploro,
no domines mis penas y torturas,
soberana, mi pecho:
Mas ven aquí, si es que otras veces antes,
cuando llegó a tu oído mi voz desde lo lejos,
te pusiste a escuchar y, dejando la casa
de tu padre, viniste.
Uncido el carro de oro. Veloces te traían
los hermosos gorriones hacia la tierra oscura
con un fuerte batir de alas desde el cielo,
atravesando el éter:
De inmediato llegaron. Tú, feliz,
con la sonrisa abierta en tu rostro inmortal,
preguntabas qué sufro nuevamente, y porqué
nuevamente te invoco
Y qué anhelo ante todo alcanzar en mi pecho
enloquecido: ¿ A quién seduzco ahora
y llevo a tu pasión? ¿Quién es, oh Safo,
la que te perjudica?
Porque si hoy te rehuye, pronto habrá que buscarte,
si regalos no acepta, en cambio los dará,
y si no siente amor, pronto tendrá que amarte
aunque no quiera ella.
Ven a mí también hoy, líbrame de desvelos
rigurosos y todo cuanto anhela
mi corazón cumplir, cúmplelo y sé tu misma
mi aliada en esta lucha
exelentes, todas tienen mmmm… como decirlo, ese fluido anticuado, fraseo y contundente poder de la suplica, o ciega fe.
Me gusta la versión de Aurora Luque. Estudio teatro y voy a representar a Safo diciendo este poema.
Esta es mi versión, respetando la estrofa sáfica original:
HIMNO A AFRODITA
Majestuosa e inmortal Afrodita,
hija de Zeus, maestra en engaños:
mi corazón libra de todo daño,
¡oh, Soberana!
Ven como hiciste las veces pasadas
cuando, a lo lejos, mi voz percibías
y, abandonando el hogar de tu padre,
áurea carroza
rauda aprestabas. Veloces gorriones
te conducían, cruzando la oscura
tierra y, en éter volando, del cielo
pronto llegabas.
Y, con tu rostro inmortal sonriendo,
me preguntabas qué males tenía,
¡oh, Afortunada!: por qué causa ahora
yo te invocaba,
qué nuevo anhelo mi ser consumía.
“¿A quién deseas ahora que atraiga
hacia tu amor? Dime, Safo, su nombre.
¿Quién te atormenta?
«Haré que, pronto, si te huye, te siga;
si tus regalos no acepta, él los haga;
que, de inmediato, si no ama, te ame
aunque no quiera.»
Ven también hoy a librarme de penas.
Lo que mi ser con anhelo desea
cúmplelo tú, ¡oh, mi fiel aliada!
¡Sé como eras!
He arreglado la primera estrofa, que queda así:
Majestuosa e inmortal Afrodita,
hija de Zeus, maestra en engaños:
mi corazón de pesares protege,
¡oh, Soberana!
Lamento reconocer, después de haber comprado varias ediciones, que la mejor traducción de este poema de Safo, es de Pablo Ingberg , editorial Losada. La version de Aurora Luque, a mi juicio, es levemente o medianamente inferior.
(fragmento de la traducción de Pablo Ingberg, editorial Losada)
Inmortal Afrodita de trono colorido,
hija de Zeus, que tramas ardides, te suplico:
ni a tormentos ni a angustias me sometas,
señora, el corazón;
Quiero saber si el tema es amor y el contexto cual sería
Inmortal Afrodita de colorido trono,
Hermosa hija de Zeus, te suplico
Que no sometas a infortunios ni dolores
Mi corazón, ¡oh, soberana!
Y ven, como otras veces
Cuando abandonaste la casa de tu padre,
Cuando mi voz oiste desde lejos
Y tras preparar tu dorada carroza